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Archive for 2 de May de 2011

Reproduzco aquí un artículo publicado en el sitio web de la revista Qué Leer sobre Marcial Lafuente Estefanía de lo más interesante y esclarecedor sobre la importancia de los bolsilibros en la lectura de quienes no tienen otra forma de acceso a la cultura que esta más popular. Espero que sea de vuestro agrado.

Del Lejano Oeste al África tropical

Carece de quioscos, librerías o bibliotecas, pero Guinea Ecuatorial se ha rendido a las novelas de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía. El antropólogo y escritor Gustau Nerín nos explica por qué. texto GUSTAU NERÍN foto ALBERTO PIERUZ

Guinea Ecuatorial es un pequeño país del África Central en que el español es la lengua oficial, aunque muy pocos de sus habitantes tienen el español como lengua materna (habitualmente se comunican en lenguas bantúes, como el fang, el ndowé, el bisió o el bubi, o en lenguas criollas como el annobonés o el pidgin english). Por desgracia, en este microestado, con menos de un millón de habitantes, no son muchos los que suelen leer, ni en español ni en ninguna otra lengua, porque no hay ninguna librería y porque incluso en muchas escuelas no cuentan con libros de texto. En este país se pueden comprar los mejores whiskys, televisores de pantalla plana, vehículos todo terreno modernísimos y champán francés, pero es imposible adquirir una novela de García Márquez o alguna obra del último premio Nobel.
Los pocos guineanos que conservan el hábito de lectura lo hacen gracias a las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía: esos pequeños libritos de unas cien páginas, en papel barato, que hace años solían encontrarse en todos los quioscos de estaciones de ferrocarril y que últimamente se acumulan en las paradas de libros viejos de algunos mercados de España. Pero en Guinea no hay quioscos y en los mercados nadie vende libros viejos. Es una incógnita cómo llegan los libritos del Oeste a este país africano. Pero lo cierto es que hay una pequeña cantidad de ellos en circulación y que pasan de mano en mano a ritmo frenético. El sistema de intercambio es sencillo, pero eficaz. Mientras un guineano lee un libro, si lo lleva por la calle, lo lleva doblado por la página que está leyendo. Pero si se pasea con el libro a la vista cerrado, es que lo ha terminado y está dispuesto al intercambio. Cualquier desconocido, que disponga de otra novela de Estefanía, puede acercársele y proponerle la transacción.
Marcial Lafuente Estefanía llegó a publicar casi 2.000 novelas a lo largo de su vida. Él mismo decía que uno de sus mayores problemas era acordarse de todos los títulos para no repetirlos. Sus lectores guineanos tienen el mismo problema y con frecuencia, por el título, no saben si han leído un libro o no. Pero, como hay pocos ejemplares en circulación, han encontrado una solución: cuando han leído una novela, estampan su firma en la cubierta, o en la contraportada. De esta forma, cuando alguien les ofrece un libro, observan atentamente las tapas para comprobar si ya las han firmado anteriormente. Los ejemplares de estas novelas que corren por Guinea no sólo están tremendamente manoseados, sino que con frecuencia están salpicados por medio centenar de firmas de sus lectores. Estas novelas cortas y sencillas, sin pretensiones, pero escritas con un lenguaje claro y preciso, resultan la lectura idónea para alguien con poco hábito de lectura. Y en Guinea triunfan: incluso tienen más éxito que las novelitas rosa de Corín Tellado y las revistas de telenovelas, que en algún momento trataron de competir con los libros de indios y pistoleros.

La ley de la salvaje Guinea

Las novelas del Oeste han marcado hasta tal punto la formación cultural de los guineanos que Francisco Zamora, el mejor poeta de este país, dedicó uno de sus poemas a Silver Kane, otro de los escritores de la generación de Marcial Lafuente Estefanía. Y, en otro texto, Zamora reflexionó sobre la influencia de estos westerns literarios sobre sus conciudadanos, que pese a utilizar la lengua de Cervantes y presumir de ello: “(…) han aceptado por verdadero / el trueco de Amadís de Gaula por cierto Buffalo Bill /o Belianís de Grecia por Cisco Kid / al tiempo que a la Mancha manchega / le dicen el Far West / los porqueros son cowboyses / y el colt 45 provoca mayor mortandad / que cualquier cimitarra o maza.(…)”.
Para quien conozca Guinea no es nada extraño que los guineanos se hayan aferrado a la lectura de Estefanía, a pesar de que nada tiene que ver el paisaje tropical del país con las secas praderas del Oeste americano. Es fácil sentirse identificado con los pobres vaqueros cuando, paseando por el mercado de Mondoasi o por el popular barrio de Lea, cualquier ciudadano es interpelado por miembros de la Seguridad Presidencial, con las armas más a la vista que cualquier pistolero y con los modales propios de los peores matones del Oeste americano. Los atropellos que sufren los ciudadanos de a pie de la República de Guinea Ecuatorial no tienen nada que envidiar a los que sufrían en el viejo Oeste: propiedades expoliadas por los todopoderosos señores, encarcelamientos arbitrarios, coacciones continuas. Todos los guineanos, leyendo a Estefanía, sueñan en que llegue el sheriff justiciero que los libre de tanta humillación.
No es extraño que algunos guineanos hayan adoptado como propias algunas de las típicas frases lapidarias de Estefanía: “Moriré con las botas puestas”, “Te voy a enseñar por qué la gente tiene miedo a la oscuridad”, “A ese le aumentaron el peso”… Pero, pese a todo, la influencia de Marcial Lafuente Estefanía empieza a reducirse, no por la llegada de lecturas de más calado, sino por la potente intrusión de la televisión por cable y de los videocedés (versión china y más económica de los DVD). Finalmente, no fueron los sioux quienes terminaron con los intrépidos marshall: fueron Van Damme, Chuck Norris y Jackie Chan.

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